alemania
Historia del Anarquismo en AlemaniaSacado de Anarchism de George Woodcock Versión Castellana
de Sofía Yvars Fernández
El anarquismo alemán se desarrolló siguiendo un proceso curiosamente paralelo al desarrollo nacional del país. En los años
cuarenta del siglo XIX, cuando Alemania era un mosaico de reinos y principados, dominaba una tendencia individualista que
tuvo su representante más radical en Max Stimer. A partir de 1870, el movimiento se orientó hacia el colectivismo, hasta que,
en el siglo xx el anarcosindicalismo moderado, relativamente no violento en la práctica e inspirado en el respeto a la eficacia
y al intelecto, se convirtió en la tendencia dominante.
El anarquismo surgió por primera vez en Alemania por influencia de Hegel y Proudhon; su desarrollo comenzó en los años
1840. con las personalidades muy diversas de Max Stimer y Wilheim Weitling. Stirner, como hemos visto [ver Los Anarquistas
I], representaba el egoísmo ilimitado. Weitling se convirtió más tarde en un comunista muy influenciado por Fourier y Saint-Simon.
Como los anarcocomunistas, rechazaba tanto el sistema de propiedad como el de los salarios, y en sus primeros escritos -por
ejemplo, Garantien der Harmonie und Freiheit (1842) - trazaba el proyecto de una sociedad semejante en esencia al falansterio,
en la que los deseos humanos liberados se armonizarían en la consecución del bien común. Aunque Weitling deseaba destruir
el Estado tal como era en aquellos momentos, su visión de una sociedad comunista «armoniosa» contenía elementos de estricta
organización utopista, que con el tiempo se vieron mitigados por la influencia de Proudhon.
Tras su traslado definitivo a los Estados Unidos en 1849, Weitling renunció a su comunismo y se vinculó aún más estrechamente
al mutualismo proudhoniano. En Republik der Arbeiter, revista mensual que publicó en Nueva York desde 1850 a 1854,
criticaba las colonias utópicas experimentales, que eran todavía numerosas en los Estados Unidos, tachándolas de focos de
diversión de las energías de los trabajadores, que en su opinión debían enfrentarse con el problema vital del crédito, creando
un Banco de Intercambio. El Banco de Intercambio, nos dice en términos muy proudhonianos, «es el alma de todas las reformas,
la base de todos los esfuerzos cooperativos». Crearía almacenes donde se vendiesen materias primas y productos elaborados
para facilitar su intercambio. En relación estrecha con él, se crearía una asociación de trabajadores para la producción cooperativa,
y los beneficios del intercambio permitirían al Banco allegar fondos para la educación, la creación de hospitales y el cuidado
de los ancianos e incapacitados. De ese modo, y sin intervención del Estado ni eliminación del productor individual, el Banco
destruiría el monopolio capitalista y crearía una estructura económica que haría innecesarias las instituciones políticas.
Estas últimas ideas de Weitling ejercieron, sin duda, una influencia mucho mayor en el movimiento neoproudhoniano que
se desarrolló en los Estados Unidos durante el siglo XIX que en Alemania.
Otros teóricos sociales alemanes sufrieron también la influencia del anarquismo proudhoniano durante los años cuarenta.
Karl Grün, que fue probablemente el converso más ardiente, conoció a Proudhon en París en 1844, y su Die Soziale Bewegung
in Frankereich und Belgien fue la primera obra que dio a conocer las ideas de Proudhon al público alemán. Grün era un
hombre de letras polifacético que, como Proudhon, ocupó durante un corto y decepcionante período un puesto de parlamentario
--en la Asamblea Nacional Prusiana, en 1849- y pasó gran parte de su vida en el exilio, hasta su muerte en Viena en 1887.
Fue durante su primera época cuando se sintió más atraído por la filosofía mutualista. Llegó incluso a aventurarse más allá,
ya que criticó a Proudhon por no atacar el sistema salarial y señaló que la creciente complejidad de la industria hacía imposible
determinar la producción de cada trabajador con precisión y justicia. Por ello, el consumo y la producción debían depender
igualmente de la voluntad del individuo. «No debemos tener ningún derecho contra el derecho del individualista.» .
Moses Hess, otro socialista alemán, que conoció a Proudhon y a Bakunin en París durante los años cuarenta, llegó a denominar
«anarquía» a su filosofía social expuesta en 1843 en Die Philosophie der Tat. Hess era una figura solitaria y bastante truculenta
que se destacó entre los socialistas del Rhin como el rival más importante de Marx. Nunca se encontró tan cerca de Proudhon
como llegó a estar Grün, y sus relaciones con Bakunin terminaron más tarde en una disputa encarnizada; pero coincidía con
ambos en rechazar el Estado y en repudiar la religión organizada como una forma de servidumbre mental. No obstante, su doctrina
era curiosamente confusa. Estaba muy próximo a Stirner al declarar que todas las acciones libres deben surgir de los impulsos
individuales, no contaminados por ninguna influencia externa. En el proyecto de un sistema social en el que los hombres trabajarían
según sus inclinaciones y la sociedad satisfaría automáticamente las necesidades razonables de todos, anticipaba, en cambio,
las concepciones de Kropotkin. Pero introducía en su sueño libertario algunos elementos, como el sufragio universal y los
talleres nacionales, que no propugnaría ningún auténtico anarquista.
Ni el anarquismo de Stirner ni el de Proudhon tuvieron una influencia duradera en Alemania. Stirner no tuvo seguidores
alemanes hasta después de popularizarse las obras de Nietzsche, y el interés por las ideas de Proudhon desapareció en
medio de la reacción general que siguió al fracaso de los movimientos revolucionarios de 1848 y 1849. Transcurrió toda
una generación antes de que reapareciese cualquier tendencia anarquista perceptible. En los años iniciales de la Primera Internacional,
ni Bakunin ni Proudhon tuvieron seguidores alemanes, y los delegados partidarios de Lasalle que asistieron a un congreso de
la Internacional de Saint-Imier sólo coincidían con los anarquistas en su deseo de estimular los experimentos cooperativos.
Sin embargo, durante el último tercio del siglo comenzaron a surgir facciones anarquistas en el seno del Partido Socialdemócrata
Alemán. En 1878, por ejemplo, el encuadernador Johann Most, que había sido anteriormente un vehemente miembro del Reichstag,
se convirtió al anarquismo durante su exilio en Inglaterra. Junto con Wilheim Hasselman, otro converso anarquista, fue expulsado
de la socialdemocracia en 1880, pero su periódico, Die Freiheit, publicado primero en Londres en 1879 y después en
Nueva York, siguió ejerciendo hasta finales de siglo cierta influencia sobre los socialistas más revolucionarios, tanto en
Alemania como en el extranjero. En Berlín y en Hamburgo surgieron algunos pequeños grupos anarquistas influidos por él, aunque
es dudoso que el número total de sus miembros en la década de 1880 superase en mucho los doscientos; el tipo especial de violencia
predicado por Most correspondía más bien al grupo de conspiradores que al movimiento de masas. Uno de esos grupos, dirigidos
por un impresor llamado Reinsdorf, decidió lanzar una bomba contra el kaiser en 1883. No tuvo éxito, pero todos sus miembros
fueron ejecutados. La influencia de Most se hizo sentir también en Austria, donde la poderosa facción radical del Partido
Socialdemócrata era anarquista en todo salvo en el nombre. Las ideas libertarias penetraron también profundamente en los sindicatos
de Austria, Bohemia y Hungría, y durante un breve período, de 1880 a 1884, el movimiento obrero austro-húngaro estuvo más
impregnado de anarquismo que ningún otro movimiento europeo, salvo los de España e Italia. Aún mayor influencia que Most ejerció
Joseph Peukert, que publicó en Viena un periódico de tendencia anarcocomunista llamado Zukunft. Cuando las autoridades
austriacas comenzaron a prohibir los mítines y manifestaciones en 1882, los anarquistas y los radicales resistieron violentamente
y numerosos policías resultaron muertos. Finalmente, en enero de 1884, las autoridades se sintieron tan inquietas por la difusión
de la propaganda anarquista y por el aumento de los choques violentos entre la policía y los revolucionarios que declararon
el estado de sitio en Viena y promulgaron decretos especiales contra los anarquistas y socialistas. Uno de los dirigentes
anarquistas, Stellmacher, discípulo de Most, fue ejecutado, y los demás, incluido Peukert, huyeron del país. Desde aquel momento,
el anarquismo dejó de ser un movimiento importante en el Imperio austríaco, aunque en años posteriores surgieron pequeños
grupos de propaganda y un círculo literario libertario en Praga, que contó entre sus simpatizantes y visitantes ocasionales
a Frank Kafka y a Jarolav Hasek, el autor de El buen soldado Schweik.
En años posteriores, Alemania produjo al menos tres intelectuales anarquistas destacados: Erich Meuhsam, Rudolf Rocker
y Gustav Landauer. Meuhsam, uno de los principales poetas comprometidos de la República de Weimar, desempeñó un importante
papel en el levantamiento soviético de Baviera en 1919, y murió finalmente de una paliza en un campo de concentración nazi.
Rudolf Rocker vivió muchos años en Inglaterra; de esta etapa de su vida hablaré más adelante. Tras ser internado durante la
Primera Guerra Mundial, volvió a Berlín y se convirtió en uno de los líderes del movimiento anarcosindicalista durante el
período inmediatamente anterior a la dictadura nazi. Era un escritor hábil y prolífico y al menos una de sus obras- Nationalism
and Culture ["Nacionalismo y Cultura"] , constituye una exposición clásica de los argumentos anarquistas contra el culto
del Estado nacional.
Gustav Landauer, que se llamaba a sí mismo anarco-socialista, era uno de esos espíritus libres que nunca encuentran feliz
acomodo en ningún movimiento organizado. En su juventud, durante los años noventa, se afilió al Partido Socialdemócrata y
se convirtió en líder de un grupo de jóvenes rebeldes que finalmente fueron expulsados por sus tendencias anarquistas. Durante
algunos años fue discípulo de Kropotkin y dirigió en Berlín Der Sozialist, pero en 1900 tenía ya una postura mucho
más cercana a Proudhon y a ToIstoi: defendía la resistencia pasiva en lugar de la violencia, y propugnaba la difusión de las
empresas cooperativas como vía realmente constructiva de cambio social. Difería de la mayor parte de los anarquistas en que
su llamamiento se dirigía especialmente a los intelectuales, cuyo papel en el cambio social consideraba sumamente importante.
Esta actitud fue la causa del fracaso de Der Sozialist, que nunca llegó a tener una tirada masiva, e hizo surgir en
él una creciente sensación de aislamiento. Hoy en día, las obras de Landauer -tanto sus comentarios políticos como sus ensayos
de crítica literaria- resultan excesivamente románticas. Pero era uno de esos hombres totalmente íntegros y apasionadamente
enamorados de la verdad que constituyen lo mejor del anarquismo, y más aún quizá debido a su aislamiento. Pese a su desconfianza
hacia los movimientos políticos, Landauer se dejó arrastrar por la ola de excitación revolucionaria que invadió Alemania durante
los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial y, como Meuhsam y Ernst Toller, se convirtió en uno de los
dirigentes del Soviet bávaro. Murió a manos de los soldados enviados desde Berlín durante la represión que siguió a la caída
del Soviet. «Le arrastraron al patio de la prisión -dice Ernst Toller-. Un oficial le golpeó en la cara. Los hombres gritaron:
' ¡Bolchevique asqueroso! ¡Acabemos con él! ' Una lluvia de culatazos cayó sobre él. Le maltrataron hasta que murió.» El oficial
responsable de su asesinato era un aristócrata junker, el mayor von Gagern. Nunca fue castigado, ni siquiera sometido a juicio.
A principios del siglo actual, la tendencia anarcosindicalista superó rápidamente el nivel de los pequeños grupos de anarcocomunistas
y de los círculos de individualistas partidarios de las ideas de Stirner y de John Henry Mackay [2]. El sindicalismo nació
en Alemania con un grupo disidente autodenominado «Los Localistas», que a principios de la década de 1890 se opuso a las tendencias
centralizadoras de los sindicatos socialdemócratas, escindiéndose en 1897 para formar una federación propia, la Frei Vereiningung
Deutscher Gewerkschaften. En los primeros tiempos de la organización, la mayoría de sus miembros seguían perteneciendo
al ala izquierda del Partido Socialdemócrata, pero en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial sufrieron
la influencia de los sindicalistas franceses y adoptaron una actitud antiparlamentaria. En aquella época la F. V. D. G. era
todavía una organización pequeña, que tenía unos 20.000 miembros, en su mayor parte en Berlín y Hamburgo. Después de la guerra,
un congreso celebrado en Düsseldorf en 1919 reorganizó la federación siguiendo una línea anarcosindicalista y la rebautizó
con el nombre de Freie Arbeiter Union. La organización reformada creció con rapidez en la atmósfera revolucionaria
de comienzos de la década de 1920, y cuando se celebró el Congreso Sindicalista Internacional de Berlín en 1922 contaba con
120.000 miembros, número que siguió aumentando durante aquella década hasta llegar a un máximo de 200.000. Como todas las
demás organizaciones de izquierda alemanas, la Freie Arbeiter Union cayó víctima de los nazis cuando éstos subieron
al poder en 1933, y sus militantes huyeron al extranjero o fueron confinados en campos de concentración, donde sucumbieron
de muerte violenta o debido a las privaciones.
[2] Mackay fue un rico escocés, nacido en Greenock, que se nacionalizó alemán y que publicó, además de una biografía de
Stirner, una novela titulada The Anarchist: A Picture of Society at the Close of the Nineteenth Centry [«Los anarquistas:
Retrato de la sociedad a fines del siglo XIX» ] , que le define como una especie de Gissing libertario de segunda fila. (Nota
de Woodcock.)
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